Como posible gira del año había
sido calificada meses antes, llegado el día, nadie parecía con
ganas de ponerse a negar este pronóstico sobre el horizonte. Los
Volbeat tenían casi todo el papel vendido para su cita bilbaína, la
confianza de quienes les habíamos visto unas cuantas veces ya y
sobre todo, la expectación de los que iban a desvirgarse con los
daneses en la Santana 27 de Bolueta. Todos juntos pudimos constatar,
después de un caluroso lunes de octubre, que Michael Poulsen y los
suyos han dejado de jugar en categorías inferiores, se mueven con
los grandes, con los que agotan entradas, la clase de banda que reúne
multitudes y congratula tribus dispares a su paso.
La de Bilbao no iba a tratarse de
una fecha especial sin embargo, no para Volbeat desde luego. Ahí es
donde toca referirse al primer matiz exigible para con los grupos de
elite, nunca puede haber días de transición, todas las noches
tienen que resultar definitivas y concluyentes. A pesar de no ser más
que una fecha cualquiera en medio de un tour inmenso, en Bilbao vimos
a un conjunto montándola gordísima sin tener que romperse los
cuernos en el proceso. A la gente por suerte, poco parecían
importarles estas consideraciones propias de críticos puntillosos.
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