Por amor hacía los sonidos más turbios, algunos hacemos cosas
ciertamente excéntricas a menudo. De esta manera tan explícita se
podrían definir algunos de los momentos previos al concierto que aquí se
relata, como excéntricos cuanto menos. Solo así me puedo referir al
hecho de bajarse de un avión tras haberte tirado el día entero sin
parar, descansar durante una hora en casa para reunir energías y coger
el coche acto seguido, con la idea de hacer cien kilómetros del tirón.
Como justificación para tanto sacrificio, se encontraba la última visita
de Year Of Light por nuestras tierras, un motivo de peso para la clase
de chiflados referidos en la primera frase de este escrito.
Con escasa puntualidad sobre el horario previsto, llegábamos hasta la
Mogambo de Pasajes tras un ratejo largo para aparcar. La sala nos
recibía con su entrañable ambiente de tugurio de otra época, todas las
comparaciones posibles con los añorados gaztetxes, no serían suficientes
para hacerse una idea. A las puertas del garito los franceses que
habíamos venido a ver tocar, apuraban unos tragos como si todo aquello
no fuese con ellos. Daba gusto ver lo relajado que se planteaba el
panorama, con merchandise en abundancia para ojear mientras hacíamos
tiempo y una barra que ofertaba brebajes a precios de chiste, el plan
dominguero iba cuadrando sin apenas proponérnoslo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario